Hace días, iba de pasajera en un camión con rumbo a la universidad.
Iba sentada, mirando por la ventana, y de repente, al voltear hacia la izquierda, pude ver a una niña de aproximadamente 11 años, que al levantarse para bajarse del camión cruzo mirada conmigo y me sonrió.
Quizá para ustedes, el que una niña te sonría no tiene mucho sentido, ni mucho menos relevancia, pero a mí en lo personal me sorprendió, pues nunca antes la había visto en mi vida, y generalmente uno tiende a sonreírle a la gente que conoce.
Después de algunos segundos, aún seguía con la sonrisa que le había devuelto a la niña dibujada en mi rostro, con lo cual me di cuenta del poder que un lindo gesto puedo provocar.
Es increíble como la inocencia de esa niña, aún le permite sonreírle a sus semejantes, sin impórtale si los conoce o no, solo por el placer de hacerlo, pues al igual que ella, somos parte de este mundo.
Su acción me resulto agradable, puesto que en estos tiempos, ya nadie saluda a nadie, las personas ya no se detienen para preguntarse ¿Cómo has estado?, ¿Qué tal tu día?, ¿Cómo va todo?
Nos hemos convertido en unos egoístas, que siempre andamos a prisa, pasando de largo todo, hasta estos gestos de convivencia y armonía.
Tristemente coexistimos con gente tan podrida del alma, que no nos damos cuenta que no hay nada más grande que los pequeños detalles, como sonreír por ejemplo.
Alguna vez, Swami Sivananda, maestro espiritual y gurú hindú, lo dijo “son necesarios 40 músculos para arrugar una frente, pero sólo 15 para sonreír”, además es totalmente gratis y legal, así que sonrían gente y disfruten su día.
0 comentarios:
Publicar un comentario